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El tema de Diana.

Recuerdan aquellos años ochenta, Estados unidos era gobernado por Ronald Reagan, el presidente aquí era Jaime Lusinchi, era la época de oro de las minitecas, del merengue y el Breakdance. En aquellos lejanos años me enamoré, enamorarme para mí no era una cosa rara, me enamoraba de las actrices de cine, de la muchacha más bonita del salón, de la cajera del supermercado, la enfermera, era fácil enamorarme, lo difícil era que se enamoraran de mí. En aquella época estos nombres estaban de moda: Mara Croato, Carlos Mata, Jeannette Rodríguez, Giselle Blonde, Ivonne Goderich . Quizás no recuerden a ninguno, pero créanme, estaban tan de moda como el cubo Rubik, Mazinger Z, las cocuizas y trajes color pastel con hombreras. A lo mejor todos recuerdan a Guillermo Dávila, “El ídolo de esta generación” este cantante y actor, trabajo junto a la prenombrada Ivonne Goderich, una ni tan famosa actriz puertorriqueña, ambos protagonizaron una telenovela llamada Diana Carolina, no recuerdo de que iba la trama, bueno había una muchacha, nunca me tome la molestia de aprenderme su verdadero nombre, eso sí, recuerdo que era hermosa, con ese glamour de las estrellas cinematográficas, obviamente inalcanzable, y ya les dije para mí era fácil enamorarme, y como no me iba a enamorar si era idéntica a una actriz , de modo que desde el momento en que la vi, le cambie el nombre, la bautice Diana Carolina. Ahora bien, ella era igualita a la protagonista de una novela de televisión, pero yo no era precisamente un galán de telenovelas, no era tampoco un nerd, sencillamente era lo que hoy llaman un looser, un equis, un tipo allí, que lo único que sabía era hablar de cine y meterse en problemas.

En esa época también nos visitó el cantante panameño Roberto Blades, EL Thriller de la salsa, y como parte de la promoción del concierto que daría unos días después, se montó en el techo de una emisora de radio, y desde allí saludo a una multitud de fanáticos y curiosos, no recuerdo que hice, seguramente una de las mías, pero el caso es que la policía me llevó detenido, habían muchísimos estudiantes, pero el único rostro que recuerdo es el de Diana Carolina entre angustiada y divertida a la vez. Esta historia hubiera terminado allí, entre múltiples amores imposibles de adolescentes, y amores eternos que duraron unos pocos días, a no ser por dos eventos posteriores; dos amigos verdaderos; los morochos Rubino, se enteraron de mi idilio imaginario, y se encargarían de recordármelo PERSECULA SECULORUM , y por el mentado Roberto Blades que popularizó una canción llamada DIANA, precisamente esta tarde al volver de Caracas, el chofer de la camioneta, seguramente imbuido en esa onda nostálgica de escuchar música de la década del ochenta, entre otras canciones de esa época colocó El tema de Diana. Y por más que lo intenté no pude evitar sonreír.

El tema de Diana.
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